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Lo que quebró la pandemia

Han pasado cerca de 90 días desde que empezaron las medidas gubernamentales para evitar la expansión del coronavirus en el país y reducir la crisis sanitaria como la que han tenido que afrontar países como Estados Unidos, Brasil, Ecuador o la misma China.

La medida tiene hoy respaldo por parte de quienes consideran acertado el proteger la salud y más ante una patología sin precedentes y detractores en quienes han padecido los efectos económicos y laborales.

En esta entrada quiero indicar que ambas posiciones son válidas. Están comprobados los impactos económicos a nivel mundial y local; que llevaron a empresas y emprendimientos a su desaparición. Pero, que también impulsaron a muchas personas independientes a rebuscarse una actividad a expensas de su salud y de implacables multas. 

Por otro lado, los infectados rozarán los 60 mil en Colombia al final de esta semana; y si bien el índice de muertos aunque lamentable es bajo. Aún se desconocen a ciencia cierta los impactos en la salud para quienes se recuperan del coronavirus y cómo impactarían en mediano plazo, entre otras, en la economía.

Así que entremos en materia porque finalmente las cartas ya están sobre la mesa; y es mejor entender que este virus que se convirtió en pandemia quebró cosas más allá de la economía y la salud.

Atraso tecnológico, quebrado

Menciono dos historias cercanas. Cuando inició la cuarentena la proyección era de 15 días de encierro, fuerte pero se podría sobrellevar; en cuanto se extendió esta por otros 15 días las cosas ya no empezaron a pintar bien para muchas personas.

Entre otras cosas porque no tenían buenos medios tecnológicos para atender el teletrabajo y porque el tedio de estar encerrado en la casa por varios días empezaba a cobrar factura a varios.

Inusitadamente surgió la demanda de libros, juegos de mesa, videojuegos y dispositivos tecnológicos que pudieran conectarse a internet; y que permitieran a la vez adquirir plataformas de streaming…

¿Cuántas tiendas pueden cubrir esta amplia demanda?

Muchas, quizá esta breve pregunta trajo a su memoria a Panamericana, pues bien, esta empresa es un ejemplo de atraso tecnológico injustificado, ya que vino a implementar una tienda virtual hace aproximadamente 30 días y obligada por su nulo margen de ventas.

Ese descuido le puso la tarea más fácil a otras marcas que ya estaban avanzadas en la materia incluso años antes de que hubiera una amenaza de una pandemia.

Caso contrario con otras marcas como Xuss. Una empresa colombiana de ropa femenina que tenía montada una infraestructura ecommerce que cumplía con lo necesario para facilitar las compras.

El caso de esta empresa es similar al de muchas otras que tenían un mayor volumen de ventas en sus tiendas físicas. Pero que, ante la coyuntura, contaron con la fortuna de tener esa infraestructura suficiente para que sus clientes pudieran trasladarse y así sus ingresos cambiaran de fuente pero no registraran una disminución drástica. Aparte de la evidente moraleja queda otra velada: nunca hay inversión innecesaria.

Las cosas tienen un valor y hay que ser justos

La economía colombiana lleva décadas sufriendo los embates de una serie de políticas que por un lado castigan a la industria nacional y que por otro lado premian las inversiones e importaciones extranjeras (esto a través de tratados de libre comercio o participación en comunidades comerciales). Este tipo de actividades no ocurren solo en Colombia, sino en cualquier país que quiera gozar de unas buenas relaciones comerciales.

El problema es que estas medidas son desproporcionadas si se tiene en cuenta que la violencia y la corrupción han hecho que a nivel interno las diferentes ramas de la economía no hayan podido industrializarse. Se tienen buenas tierras y recursos naturales para la agricultura y la minería, pero no hay fuerza industrial ni menos un desarrollo sustentable y sostenible.

Ahora, con la pandemia, las importaciones y exportaciones no fueron ajenas a la crisis y hubo empresas que tuvieron que voltear a mirar al comercio nacional, esto evidenció cosas muy interesantes.

Por un lado la calidad, el mayor sepulturero de las industrias nacionales alrededor del mundo es la industria China, productos que en muchas ocasiones son 70% más económicos y empresas (caso Estados Unidos) que tienen sus plantas de producción en este país porque su mano de obra es más económica.

Está comprobado que hay muchos productos de China que a pesar de económicos tienen una calidad mala, entre tanto los productos colombianos han ganado una buena reputación pese a las circunstancias, esto puntualmente sobre productos textiles que son claves para hacer frente al coronavirus, mientras un traje ‘made in China’ se rompe con solo mirarlo, un producto en tela colombiana augura una mejor duración.

Sin embargo esta característica no ha sido fácil de apreciar porque la sociedad se ha visto en la necesidad de decidir entre adquirir algo de calidad o adquirir algo básico para paliar una necesidad sin gastar mucho dinero y porque algunas empresas tardaron en entender la coyuntura y decidieron ser fieles a sus precios de venta.

En conclusión

La moraleja aquí resulta más compleja, la economía y la sociedad ya empezaron a reactivarse, pero no se puede esperar que el virus se adapte a nosotros, lo común es que nosotros nos adaptemos al virus, esto demanda que el Estado cambie a unas políticas que permitan incentivar y afianzar una industria nacional más competitiva a nivel local y regional, también que las empresas empiecen a adaptarse a una mayor eficiencia para reducir los costos.

Finalmente la pandemia quebró una serie de dinámicas sociales y ambientales. Introdujo a muchos, de manera forzada y acelerada al teletrabajo, quizá ahí esté una de las posibilidades de la industria para reducir costos y hacerse competitiva. Por otro lado se advierte que las empresas necesitarán implementar metodologías para aumentar la calidad de vida de sus empleados.

Cómo rotar y coordinar equipos de trabajo, mejorar el equilibrio entre trabajo y los niños, generación de nuevas oportunidades laborales hacen parte de las nuevas demandas que generó esta enfermedad y que algunos buscan resolver de la mejor manera.

Jorge Andrés Vera Martínez

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