Aunque era absolutamente incoherente con mis afectos, confieso que tuve que trabajar casi 5 años en el sector financiero, para pagar mis estudios publicitarios; sin embargo, siempre tuve claro que tan pronto tuviera oportunidad o llegara el día de mi graduación, sin pensarlo 2 veces, me lanzaría en clavado, sobre las aguas de la industria publicitaria y, así fue.
Por eso, luego de más de 23 años de estar en este negocio -en el que la innovación y la creatividad son la materia prima permanente de trabajo-, me pregunto: ¿Qué carajos le pasa a la SANGRE FRESCA que estudia publicidad, mercadeo, diseño gráfico, etc.? ¿Por qué no muestran la maravillosa fuerza rebelde de la juventud en su desempeño laboral? ¿Por qué insisten en creer que manejar las virtudes de las herramientas tecnológicas es sinónimo de talento y creatividad? ¿Por qué son felices asumiendo que entre más retórica y anglicismos –o spanglish, como yo le llamo-, pongan en sus palabras ante el cliente, o en una propuesta, o en un comité creativo, los demás vamos a pensar que saben mucho y que son buenísimos? ¿Por qué no comprenden que en este negocio no existe la suerte del “hoyo en uno” y se molestan porque en la agencia se les pide presentar más de una alternativa en sus propuestas? ¿Por qué, si durante su carrera les inculcaron que la información es la base de un buen trabajo y la nutrición real para una mente creativa, insisten en hacer trabajos “estéticamente lindos” pero livianos, faltos de la solidez que sólo el estudio y la investigación le aportan a un argumento o razonamiento estratégico y creativo? ¿Por qué pretenden hacer propuestas o piezas que le gusten a ellos mismos o a los demás en la agencia, olvidando que deben concebirlas para agradar e impactar a un público objetivo al que, seguramente, ni ellos, ni nosotros pertenezcamos? Esto, sin ahondar en la gran preocupación que me causa su falta de humildad para aprender de quienes ya llevamos algunos años saliendo constantemente al centro de la arena a enfrentar a los leones del comité creativo de la agencia o, peor, a los del comité de mercadeo del cliente, cuando presentamos nuestras campañas.
Me atrevo a afirmar que así, como hace algunos años, algunos idiotas estigmatizaron a los creativos -copys y gráficos-, con una especie de “dioses” cuyo talento y productividad eran directamente proporcionales a sus niveles de consumo de licor y marihuana -por no ir más lejos-, algo similar pasa actualmente con la SANGRE FRESCA que creen que los efectos especiales de la tecnología, el buen uso del spanglish y un ego crecido, los hacen muy profesionales.
Muchachos, eviten caer en el espejismo del “glamour del negocio”; sólo el trabajo duro, fruto de leer, investigar y aprender para enriquecer nuestro conocimiento y aplicarlo de forma talentosa, creativa y estratégica en función de un producto, servicio o marca de nuestros clientes, los convertirá en profesionales.
Los invito a tener siempre presentes las palabras de Don Leo Burnett (pueden comenzar por investigar quien era y aprender de él, pues estoy seguro que la mayoría no lo sabe), quién a pesar de su experiencia, prestigio y de llevar muchos años en la industria siendo considerado el genio creativo, escribió para uno de sus maravillosos discursos dirigido a las nuevas generaciones: “siempre asumo que la publicidad acaba de inventarse ayer y por eso lo vivo como el negocio generoso, pleno de oportunidades y capaz de brindarnos todo lo que queramos sacar de él, incluyendo dinero, fama y prestigio”.
Oro, por bien propio de la SANGRE FRESCA y del futuro de la industria, porque la humildad fluya benéficamente limpiando sus venas y porque cada vez más de ellos asuman -como un mandamiento-, que la publicidad acaba de inventarse ayer, para que la vivan realmente y no vanamente.